Si me hubieran preguntado en el 2014 cómo pensaba que terminaría mi 2015, no le hubiera atinado ni a lo más mínimo. Este año he tenido algunas de las experiencias más extremas de mi vida, desde las más felices hasta las más difíciles; y curiosamente ha sido el año en el que menos he escrito, una falta grabe ante todas las cositas que me han pasado. Parece que la vida sigue siendo una especie de montaña rusa para mí, y en parte lo agradezco.
En Lima supongo empezará a hacer cada vez más calor, la gente se irá despojando de sus prendas y se podrán apreciar los cuerpos esculturales de estos chicos a los que les gusta hacer barras sin polo frente al parque cerca de mi casa... ñom ñom ñom. ¡Sin embargo!, yo tengo que hacer sacrificios enormes como el no poder verlos ¿Por qué? No es que para estudiar tenga que dejar de mirarlos, ni que me distrajera tanto pensar en sus bíceps, y en sus abdominales y en lo fuerte que se ponen sus piernas cuando se les... No, no y no!, no es eso, sino que para continuar en esta interminable carrera de convertirme un científico debo aportar más horas al trabajo de investigación, llevar cursos, proponer proyectos y capacitarme en laboratorios de altísimo nivel. No hay de otra, me debo sacar el ancho.
Todo gran logro lleva detrás de sí un increíble esfuerzo. Yo me he propuesto a hacer uno. La energía del verano peruano traspasará fronteras y me dará fuerzas para este invierno que se avecina. Ojo, no es que piense que me sucederán cosas malas, solo que aquí en Nashville está empezando el invierno, y es este invierno el que me acompañará los tres meses que durará mi rotación en un laboratorio del centro médico de la universidad de Vanderbilt aquí en Estados Unidos. Ya estoy aquí, y hoy es el primer día de una nueva gran aventura que espero seguir compartiendo con ustedes.
Ya saben, el invierno se acerca... pero mis sueños también.