Van por el pasadizo uno tras del otro, solo son ellos dos y el atardecer que pinta las paredes de naranja. De repente Diego se voltea y lo mira con una sonrisa irresistible. Se va acercando lentamente hasta hacer chocar sus rodillas; pone el seguro de mano y se impulsa lentamente hacia él; Andrés se queda quieto, se coge firme de su asiento, solo atina a cerrar los ojos mientras aprieta sus dientes por los nervios. La luz que entra por la puerta principal se corta entre sus labios que por primera vez se saludan en un silencio cómplice.
Fueron solo unos segundos pero fue como un toque mágico, como de los que usan los magos para hacerte flotar, como si se hubiera levantado a correr y sentir entre sus pies el agua del mar. Abre sus ojos y se encuentra con los de Diego, tan decidido, tan cariñoso, tan él mismo. Le acaricia su rostro y retrocede de golpe hasta su respaldar, quita el seguro y le dice "sígueme". Andrés, aún asustado por si alguien fuera a verlos en la soledad del recinto, decide tomar el riesgo y lo sigue entre los pasadizos del instituto.
Las puertas de los consultorios están cerradas, las bancas de espera están vacías. Justo hoy día varios se han ido a casa aprovechando que el domingo es día de salida, parece como si las reglas que rigen al universo hubieran querido que el edificio sea solo para ellos en este momento. Andan haciendo carreras, paseándose en su propio laberinto donde prefieren estar perdidos y apartados del resto.
Avanzan a velocidad y sienten en sus rostros el viento húmedo de la noche que se acerca. Ya se cansaron de jugar; Terminando el área ambulatoria Diego dobla a la izquierda, sube la rampa más amable de la ciudad de Lima y llega al patio principal. Andrés va detrás como si hubieran amarrado su corazón al respaldo de su amigo después de aquel beso. Diego se ha detenido y él se coloca a su costado.
Se van prendiendo las luces de los postes y se iluminan las flores que rodean el patio que los acoge. Diego toma la mano de Andrés mientras miran el cielo morado y grandes nubes rosadas en movimiento. No son necesarias las palabras, sus dedos se entrelazan como presintiendo la despedida que llegaría en cualquier momento. "¿Hasta dónde me seguirías?". Andrés no sabe qué decir, hoy su adolescente cuerpo ha sido un remolino de emociones que aún no toca tierra, así que solo quita el apoyabrazo y recuesta su cabeza en el hombro de Diego, ese chico que un día antes había recibido la peor de las noticias y que quería aprovechar sus últimos días haciendo feliz a alguien que en el mejor de los casos tendría un destino diferente, uno que no permita seguirlo hacia donde él iba, pero que le permitiera llevarlo por siempre en el corazón.
Uy... que final!
ResponderEliminarAveces pasa
EliminarOuch, menudo cliffhanger.
ResponderEliminarjajaja casos de la vida real
Eliminarque bonito...y si el final esta....ssnif. muy lindo escribes, qe lindo tu.
ResponderEliminarGracias Tigris
Eliminarera tuitero?
ResponderEliminarObvio que no :)
EliminarOh que bonito :o
ResponderEliminarGracias Jhossef
EliminarOhh que bonito,
ResponderEliminarImaginé cada detalle, cada escena, las paredes anaranjadas por el sol y hasta aquella rampa amble :)
Yo he visto esa rampa amable y de verdad es la mejor que hay en Lima ^^
EliminarTodo muy bonito... y luego ese final! Trágico :( pero así es la vida no? No todo es color rosa.
ResponderEliminarSaludos y felices fiestas!
Sí pues, así es la vida.
Eliminarme gustó mucho el final, pero no el final de Diego :(
ResponderEliminarAunque igual que las tragedias, las cosas buenas también vienen de sorpresa, así que quién sabe :)
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